Hace unos días todos los hermanos (somos seis, la media de los años de la posguerra) nos reunimos en el que fue el hogar familiar. Seguramente nuestros padres nos miraban desde otra dimensión, mientras íbamos recogiendo los “trocitos de vida” que aún quedaban por los rincones de la vivienda. Ésta la hemos alquilado y los inquilinos no desean esas menudencias que a ellos no les dice nada. Sólo eran cuadros, fotografías, tarjetas postales recordadno viajes, ...
    En un rincón del mueble del salón quedaban algunos libros conocidos por todos los hermanos (doy fe de ello porque soy el de más edad). La hermana pequeña nos pidió permiso para quedarse con dos gruesos volúmenes con aspecto dañado y miles de páginas enmohecidas; eran los dos tomos de un “Diccionario Enciclopédico Ilustrado” de Ramón Sopena (edic. 1924), con las huellas dactilares de todos los hermanos que lo usábamos como complemento para “hacer los deberes” y las de mi padre que se servía de él para terminar los crucigramas del periódico, ya desaparecido, “La Gaceta del Norte”.    
    Junto a los dos tomos citados, otros cuatro libros que mi padre había aportado como gananciales al matrimonio, “Compendio de la Gramática de la lengua española” (edic.1925), “Arte de la escritura y caligrafía” (7ª edic. de 1927, la 1ª de 1896), “Cien Lecciones de Historia Sagrada” y “Lecciones de Cosas” (edic.1934)(*).
    Mi madre también había colaborado con otros tres libros al matrimonio: “Begui-Eder” de Aranáz Castellanos (edic.1919), “Aprender Vascuence vizcaíno” (edic.1917) y “Método autodidáctico para aprender vascuence” (edic.1935). Y allí estaban, un tanto destartalados.
    En los años 50 del pasado siglo, viajar de Sestao a Bilbao era para mí un día especial; y lo fue más aún cuando mi padre me llevó (ventajas del mayorazgo) a visitar el Museo de Bellas Artes de la capital. Dentro del Museo, recuerdo con nitidez la escena pues no era muy normal, compró el libro-guía que fue mi primer contacto con el arte pictórico. Su precio, 25 pts. del año 1958.
    Con mis ahorros de la “paga” semanal, compré en la Feria del Libro de Bilbao (tenía 15 años) mis dos primeros libros, de muchas páginas, letra menuda (entonces me daba igual, pues no conocía la presbicia) y papel áspero; en resumen, edición muy rústica. Ambos me transportaron a otros mundos, al de los romanos del siglo I de nuestra era, en “Los últimos días de Pompeya” y a la Francia de los espadachines con “El jorobado, Enrique de Lagardere”.  Ambas obras estaban escritas en la mitad del s.XIX.
    Seguramente había algún libro más, aparte de la “Enciclopedia Álvarez” y la “Aritmética de Bruño” y lo nombrados, en aquella menuda biblioteca, pero fueron mis primeros buenos amigos. Ahora, en mis estanterías repartidas por varias salas de dos viviendas, hay más de 3.000 volúmenes. También son amigos, pero no con la enjundia de los de la infancia. Además, de una gran mayoría no llegaré a leer su contenido; no me queda tiempo suficiente.
    Todos los libros que he ido mencionando los he añadido a mi colección, donde reposan en un lugar especial. Ha sido posible gracias al reconocimiento de mis hermanos de que siempre he sido amigo de los libros. Pero éstos, los LIBROS, me han dado mucho más a mí, me han enriquecido, mostrándome personajes y lugares, reales o inventados; y lo siguen haciendo. A vosotros, ¿no os sucede lo mismo?
                          Un saludo de Iñaki

(*)- "Lecciones de Cosas". Según los expertos, el núcleo del currículum de la denominada instrucción elemental o primaria está constituido por la lectura, la escritura y el cálculo. Y, según las épocas por el catecismo, la historia sagrada, la historia y la geografía. A medida que avanzaron los tiempos, la lectura y la escritura se integraron en la gramática; y el cálculo, en aritmética y geometría. La lectura cobró mayores dimensiones con la ampliación del tiempo escolar, y dentro del género de libros de lectura aparecieron las «Lecciones de cosas». Según Gómez R. de Castro, «libros de cosas o de lecciones objetivas son los que se proponen dar al niño ideas o conocimientos variados de cosas que puedan ser presentadas a su vista y en la realidad o ya por medio de láminas o dibujos». Es la preocupación por la enseñanza intuitiva, que aparece en el titubeo de los nombres. Se trataba de poner a los niños en trance de observación directa u objetiva, pero como no es fácil en la mayoría de los casos la presencia directa de las cosas, los autores recurríann al grabado y con cierta timidez a la fotografía. Detrás de cada página, había un intento de iniciar a los pequeños lectores en numerosos temas.
Hoy en día, con las nuevas tecnologías parece que no tienen sentido los libros de "Lecciones de cosas".

Escrito por el 01/03/2013 a las 21:22

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